Es fin de año y no encuentro motivos para celebrar por lo que fue o lo que será. Hay más incertidumbre que certeza. La última de estas rémoras es la figura etérea del padre en el cual me estoy convirtiendo. Nada parecido a lo que tanto imaginé, más bien una burda mueca de lo soñado (vicio en el cual incurrir con obstinada persistencia). Pues bien, me toca entonces representar un papel de reparto tan prescindible e innecesario... Qué otro sentimiento puede igualar este estado.
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